La Línea Maginot fue una monumental obra de ingeniería militar construida por Francia tras la Primera Guerra Mundial con el objetivo de protegerse de una posible invasión alemana. Esta decisión respondió a las profundas heridas sufridas durante la Gran Guerra, con más de un millón y medio de bajas francesas. La idea nació en 1919 en una discusión entre Georges Clemenceau y el mariscal Philippe Pétain, pero fue André Maginot, ministro de Defensa en 1928, quien impulsó el proyecto. Aunque Maginot fue reemplazado temporalmente por Paul Painlevé, continuó colaborando para llevar adelante la construcción, que comenzó en 1929 y se extendió hasta 1936, abarcando unos 400 kilómetros a lo largo de la frontera franco-alemana, con un costo estimado de 3.000 millones de francos franceses. La Línea Maginot constaba de 108 fuertes principales separados por 15 km entre sí, fortines más pequeños, y más de 100 km de galerías subterráneas, construidos con hormigón armado y acero, equipados con cañones, ametralladoras, morteros, hospitales, almacenes, centrales eléctricas, cocinas y habitaciones. A pesar de su diseño, la Línea Maginot tenía debilidades: no cubría la frontera con Bélgica y estaba diseñada para ataques frontales, pero no para ataques por el flanco o aéreos. Más de 12.000 refugiados republicanos españoles se alistaron en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE), trabajando en la Línea Maginot en condiciones básicas. En mayo de 1940, los alemanes evitaron un ataque frontal, invadiendo Holanda, Bélgica y Luxemburgo, flanqueando la fortificación. En 46 días, el ejército francés fue derrotado y Francia se rindió el 22 de junio de 1940. La Línea Maginot, a pesar de su ingeniería y costos, no protegió a Francia de la invasión alemana, simbolizando la derrota francesa en la Segunda Guerra Mundial.