Barcelona estaba patas arriba para su puesta de largo internacional. En 1888 se iba a celebrar e la ciudad la Exposición Universal. La ciudad que aún no tenía experiencia para organizar eventos internacionales, carecía de plazas hoteleras de calidad para recibir a visitantes ilustres por lo que el gobierno.
Previendo la masiva afluencia de visitantes, se decidió construir un grandioso y flamante hotel para aumentar la disponibilidad de alojamiento de calidad. Nos referimos al Hotel Internacional de Barcelona.
LAS EXPOSICIONES UNIVERSALES
Las Exposiciones Universales se erigían como escaparates para que las ciudades exhibieran su pujanza industrial, artesanal y artística al mundo. Londres, pionera en 1851, había sido seguida por París, Viena, Amberes, Liverpool y Filadelfia. Barcelona, como líder industrial de España, solo necesitaba un impulso para darse a conocer en el extranjero.
En 1888 España gobernaba Práxedes Mateo Sagasta bajo la regencia monárquica de María Cristina viuda del rey Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Barcelona había llegado a los 530.000 habitantes gracias a la entrada de numerosa mano de obra de otras regiones.
EL PROYECTO
El catalizador de esta proyección internacional fue Eugenio Serrano de Casanova, un exmilitar carlista gallego afincado en la ciudad. Inspirado por las exposiciones europeas que había visitado, presentó una propuesta al Ayuntamiento en junio de 1885.
El consistorio, viendo el potencial del proyecto, firmó un convenio cediendo los terrenos de la antigua ciudadela borbónica, demolida en 1869 y, en parte, reconvertida en jardín público por el General Prim. La fecha prevista para la Exposición Universal se fijó entre septiembre de 1887 y abril de 1888.
Los republicanos y catalanistas liderados por Valentí Almirall, se manifestaron en contra de la Exposición, por considerarla la expresión del pacto de la burguesía catalana con la monarquía centralista. Era el reflejo de la buena relación entre la restaurada monarquía y la burguesía industrial catalana, que había apoyado el regreso monárquico.
Al principio se concibió como una iniciativa privada, Sin embargo, el lento avance de las obras y las deficiencias estructurales en los pocos edificios construidos, llevaron al alcalde, Francesc de Paula Rius i Taulet, a tomar las riendas en abril de 1887, aportando 500.000 pesetas para salvar el proyecto.
Fue organizada principalmente el «Comité de los Ocho» entre los que estaban Francesc Rius i Taulet (alcalde), Elies Rogent, Lluís Rouvière, Manuel Girona, Manuel Duran i Bas, Josep Ferrer i Vidal, Claudio López Bru (Marqués de Comillas) y Carles Pirozzini.
1888 LA CONSTRUCCIÓN
El Ayuntamiento de Barcelona busco asesoramiento en el reconocido hostelero suizo César Ritz e inmediatamente se convocó un concurso público. El Ayuntamiento cedería un terreno ganado al mar en el nuevo Paseo de Colón, frente al edificio de la Capitanía General.
El hotel debería tener una categoría superior y reunir las mejores condiciones de comodidad y lujo y la empresa adjudicataria del concurso debería abonar al Ayuntamiento un canon anual. Además el hotel debería estar terminado para su apertura al público antes de la fecha de inauguración de la Exposición Universal.
MEDIDAS COLOSALES
Constaba de planta baja y cuatro pisos de altura. Cada planta tenía 5.250 metros cuadrados. Podía acoger más de 1000 huéspedes, distribuidos en 600 habitaciones y 30 apartamentos para familias numerosas.
En el centro, se encontraba un gran café restaurante. En el primer piso estaban las oficinas y 856 apartamentos. La construcción comenzó a mediados de diciembre de 1887 y finalizó el 14 de febrero de 1888, aunque los acabados interiores y la decoración se prolongaron hasta finales de marzo de ese año. En realidad se construyó con materiales de baja calidad sabiendo que el hotel debía ser derruido tras la exposición.
La Exposición Universal de 1888 se celebró en la ciudad de Barcelona entre el 8 de abril y el 9 de diciembre de ese año, atrayendo a unos 425,000 visitantes, nacionales y extranjeros.
El 20 de mayo de 1888 a las 16 horas se inauguró oficialmente presidida por Alfonso XIII (que tenía dos años), la reina regente María Cristina, la princesa de Asturias María de las Mercedes, la infanta María Teresa, el presidente del consejo de ministros Práxedes Mateo Sagasta, y el alcalde de Barcelona Francesc Rius i Taulet.
Se exhibieron los últimos avances en Ciencias, Artes, Agricultura, Comercio e Industria. Los barceloneses vieron por primera vez un rudimentario coche, un teléfono o una bombilla. También se organizó paralelamente en septiembre en el Salón Eslava el Primer Congreso Internacional Espiritista, abogando por la enseñanza de las ciencias ocultas.
1889 LA DEMOLICIÓN
Tras el evento tocaba derruir el más impresionante hotel de la ciudad, tal como había sido planeado. Muchos ciudadanos e intelectuales abogaron por indultar al hotel de su demolición. Consideraban que no tenía sentido derribar una obra tan hermosa.
Aunque los acabados iniciales parecían excelentes, los materiales utilizados no eran duraderos. Además, el hotel se había construido en terrenos prestados por la Junta del Puerto para el evento, lo que hacía impracticable desmontarlo y reconstruirlo en otro lugar.
Finalmente, poco después de la conclusión de la Exposición, en 1889 se derruyó del hotel. Aunque su vida fue breve, dejó una huella en la historia de la ciudad.