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Barcelona estaba patas arriba para su puesta de largo internacional. En 1888 se iba a celebrar e la ciudad la Exposición Universal. La ciudad que aún no tenía experiencia para organizar eventos internacionales, carecía de plazas hoteleras de calidad para recibir a visitantes ilustres por lo que el gobierno.

Previendo la masiva afluencia de visitantes, se decidió construir un grandioso y flamante hotel para aumentar la disponibilidad de alojamiento de calidad. Nos referimos al Hotel Internacional de Barcelona.
LAS EXPOSICIONES UNIVERSALES
Las Exposiciones Universales se erigían como escaparates para que las ciudades exhibieran su pujanza industrial, artesanal y artística al mundo. Londres, pionera en 1851, había sido seguida por París, Viena, Amberes, Liverpool y Filadelfia. Barcelona, como líder industrial de España, solo necesitaba un impulso para darse a conocer en el extranjero.

En 1888 España gobernaba Práxedes Mateo Sagasta bajo la regencia monárquica de María Cristina viuda del rey Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Barcelona había llegado a los 530.000 habitantes gracias a la entrada de numerosa mano de obra de otras regiones.
EL PROYECTO FRUSTRADO DE SERRANO DE CASANOVA
El catalizador de esta proyección internacional fue Eugenio Serrano de Casanova. Eugenio R. Serrano de Casanova nació en el seno de una familia distinguida en Neda, provincia de A Coruña. Su padre, figura prominente en la región, ejerció como alcalde de Ferrol en dos ocasiones y dirigía una próspera fábrica de pieles.
A los 18 años, Eugenio se trasladó a Madrid para cursar estudios mercantiles. Tras completar su formación, se unió al ejército carlista y se desplazó a Barcelona para participar en la Segunda Guerra Carlista.
Una vez finalizado el conflicto, Eugenio R. Serrano de Casanova se estableció en París, donde fundó y dirigió la revista Gazette des Touristes, plataforma desde la cual impulsó diversas iniciativas de promoción turística.
Entre sus actividades, destacaba el acompañamiento de turistas adinerados a las exposiciones que proliferaron en Europa a finales del siglo XIX. Esta labor de asesoramiento y guía cultural la compaginaba con su profesión de profesor mercantil.
En 1873, su visita a la Exposición Internacional de Viena marcó un hito en su trayectoria, quedando impresionado por la magnitud del evento. Tres años más tarde, fue designado secretario de la Exposición Filatélica, representando a España. A partir de entonces, su carrera profesional se caracterizó por su participación como comisario español en todas las exposiciones universales celebradas en el continente europeo, incluyendo las de París, Frankfurt, Burdeos, Ámsterdam, Niza, Amberes y Liverpool.

Tras su regreso a Barcelona en 1885, Eugenio R. Serrano de Casanova, impulsado por la vasta experiencia y contactos adquiridos en sus viajes, se propuso liderar la organización de una Exposición Universal en España. Su elección recayó en Barcelona, ciudad que consideraba estratégicamente ubicada, cercana a la frontera francesa y con un gran potencial para atraer turismo europeo.
Serrano de Casanova percibía a Barcelona como el enclave idóneo para este ambicioso proyecto. Su privilegiada situación geográfica, sus excelentes comunicaciones y medios de transporte, su riqueza, el carácter emprendedor de sus habitantes y la habilidad de sus obreros, entre otros factores, la convertían en el escenario perfecto para albergar un evento de tal magnitud.
En palabras del propio Serrano de Casanova, recogidas en el diario La Vanguardia el 15 de marzo de 1885: «Barcelona, por su situación geográfica, reúne condiciones superiores a las otras ciudades de España, para la exposición que se proyecta.
Sus comunicaciones y medios fáciles de transporte, sus valiosos elementos, su riqueza, el carácter de sus habitantes y la inteligencia y actividad de sus obreros, aparte de otras circunstancias, contribuyen especialmente a que pueda tener vida el pensamiento.».
Serrano propuso al Ayuntamiento la organización del evento sin cobrarle ni una peseta a cambio de un porcentaje en la recaudación de taquilla y de los derechos de explotación.
Pero las obras no avanzaban y se iban retrasando…por lo que el Ayuntamiento decidió tomar cartas en el asunto y Rius i Taulet fue a Madrid a vender la idea para asegurarse la financiación.
Eugenio R. Serrano de Casanova murió en Barcelona en 1920 y el anonimato le acompañó incluso a la tumba ya que sus restos acabaron en una fosa común del cementerio de Montjuïc.
EL PROYECTO DEL AYUNTAMIENTO
El consistorio, viendo el potencial del proyecto, firmó un convenio cediendo los terrenos de la antigua ciudadela borbónica, demolida en 1869 y, en parte, reconvertida en jardín público por el General Prim. La fecha prevista para la Exposición Universal se fijó entre septiembre de 1887 y abril de 1888.

Los republicanos y catalanistas liderados por Valentí Almirall, se manifestaron en contra de la Exposición, por considerarla la expresión del pacto de la burguesía catalana con la monarquía centralista. Era el reflejo de la buena relación entre la restaurada monarquía y la burguesía industrial catalana, que había apoyado el regreso monárquico.
Fue organizada principalmente el «Comité de los Ocho» entre los que estaban Francesc Rius i Taulet (alcalde), Elies Rogent, Lluís Rouvière, Manuel Girona, Manuel Duran i Bas, Josep Ferrer i Vidal, Claudio López Bru (Marqués de Comillas) y Carles Pirozzini.
1888 LA CONSTRUCCIÓN DEL GRAN HOTEL INTERNACIONAL
El Ayuntamiento de Barcelona busco asesoramiento en el reconocido hostelero suizo César Ritz e inmediatamente se convocó un concurso público. El Ayuntamiento cedería un terreno ganado al mar en el nuevo Paseo de Colón, frente al edificio de la Capitanía General.

El hotel debería tener una categoría superior y reunir las mejores condiciones de comodidad y lujo y la empresa adjudicataria del concurso debería abonar al Ayuntamiento un canon anual. Además el hotel debería estar terminado para su apertura al público antes de la fecha de inauguración de la Exposición Universal.
MEDIDAS COLOSALES
Constaba de planta baja y cuatro pisos de altura. Cada planta tenía 5.250 metros cuadrados. Podía acoger más de 1000 huéspedes, distribuidos en 600 habitaciones y 30 apartamentos para familias numerosas.

En el centro, se encontraba un gran café restaurante. En el primer piso estaban las oficinas y 856 apartamentos. La construcción comenzó a mediados de diciembre de 1887 y finalizó el 14 de febrero de 1888, aunque los acabados interiores y la decoración se prolongaron hasta finales de marzo de ese año. En realidad se construyó con materiales de baja calidad sabiendo que el hotel debía ser derruido tras la exposición.

La Exposición Universal de 1888 se celebró en la ciudad de Barcelona entre el 8 de abril y el 9 de diciembre de ese año, atrayendo a unos 425,000 visitantes, nacionales y extranjeros.


Se exhibieron los últimos avances en Ciencias, Artes, Agricultura, Comercio e Industria. Los barceloneses vieron por primera vez un rudimentario coche, un teléfono o una bombilla.
También se organizó paralelamente en septiembre en el Salón Eslava el Primer Congreso Internacional Espiritista, abogando por la enseñanza de las ciencias ocultas.
LA DEMOLICION
Tras el evento tocaba derruir el más impresionante hotel de la ciudad, tal como había sido planeado. Muchos ciudadanos e intelectuales abogaron por indultar al hotel de su demolición. Consideraban que no tenía sentido derribar una obra tan hermosa.
Aunque los acabados iniciales parecían excelentes, los materiales utilizados no eran duraderos. Además, el hotel se había construido en terrenos prestados por la Junta del Puerto para el evento, lo que hacía impracticable desmontarlo y reconstruirlo en otro lugar.
Finalmente, poco después de la conclusión de la Exposición, en 1889 se derruyó del hotel. Aunque su vida fue breve, dejó una huella en la historia de la ciudad.

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