Con más de un siglo de historia, La Vanguardia ha sido testigo y protagonista de la evolución política, social y cultural de España. Más que una simple rotativa, se convirtió en un auténtico trono de papel.
LOS GODÓ
Todo comenzó durante la Tercera Guerra Carlista, cuando los hermanos Carlos y Bartolomé Godó, empresarios textiles de Igualada, decidieron ampliar horizontes. En 1871 se trasladaron a Bilbao para montar una fábrica de tejidos de yute. Pero en 1873, con la Primera República recién proclamada y los carlistas combatiendo en Vizcaya, prefirieron vender la fábrica y regresar a Barcelona antes de que una bala perdida cambiara sus planes.
En la capital catalana fundaron “Godó Hermanos y Cía” junto a Pere Milà i Pi, padre del futuro propietario de la Casa Milà, conocida como La Pedrera. La empresa, dedicada a la fabricación de sacos en Sant Martí de Provençals, se hizo popular como “Els Sacs”.

El negocio prosperó y los Godó empezaron a codearse con las élites políticas barcelonesas. El problema surgió cuando el alcalde Rius i Taulet decidió expandir el municipio absorbiendo localidades como Sant Martí, Gràcia o Sant Andreu. La unificación implicaba pagar más impuestos, algo que a los industriales como los Godó no les hizo ninguna gracia. Comprendieron que necesitaban un altavoz propio: su propio periódico.
1881 FUNDACIÓN DEL DIARIO
El 1 de febrero de 1881 fundaron La Vanguardia, un diario político de avisos y noticias al servicio del partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta, en pleno turno de alternancia con Cánovas del Castillo. El primer número, impreso en el carrer de les Heures, era un cuadernillo de 16×22 centímetros y 23 páginas. Aunque modesto, pronto ganó público. El impulso definitivo lo dio Ramón Godó Lallana, hijo de Carlos, que a partir de 1888 transformó el diario en un medio moderno y plural inspirado en The Times.
Con Modesto Sánchez Ortiz como director, la redacción pasó por la calle Barbarà y después, en 1892, a la Rambla de los Estudios. En 1903 estrenaron sede en la calle Pelayo, 28, obra de Josep Majó Ribas, y sumaron avances técnicos: servicio telegráfico propio en 1903, oficina telegráfica en 1909 y ocho linotipias inglesas entre 1907 y 1912. En 1906, tres directores —Miquel dels Sants Oliver, Ezequiel Boixet y Alfred Opisso— compartían el mando en una mesa triangular que simbolizaba el equilibrio interno.
La competencia era fuerte, con La Veu de Catalunya desde el regionalismo y El Diluvio o La Publicitat desde la izquierda republicana. En 1916, Alfonso XIII concedió a Ramón Godó el título de conde de Godó, y el diario ya vendía 80.000 ejemplares diarios. Tras su muerte en 1931, su hijo Carlos Godó Valls asumió el control.
En 1933 nombró a Gaziel director único, modernizó diseño, contenidos y redacción, encargó un nuevo logotipo al diseñador Franz Schuwer y amplió el diario de 24 a 64 páginas. Se instalaron teletipos, se firmó en exclusiva con United Press y se abrieron delegaciones, incluida una frente al Hotel Palace de Madrid. En pocos años pasaron de 60.000 a 250.000 ejemplares diarios, consolidándose como un referente nacional.
LA RUPTURA DE LA GUERRA CIVIL
La Guerra Civil truncó la bonanza. En 1936, amenazado por la FAI, Carlos Godó Valls se exilió en Roma y el periódico quedó bajo control de la Generalitat. Lo dirigieron María Luz Morales, Paulino Masip y Fernando Vázquez Ocaña, hasta que en enero de 1939, con la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, volvió a manos de los Godó.
LA VANGUARDIA ESPAÑOLA

En 1936, España se partía en dos. Carlos Godó Valls puso “pies en polvorosa” y marchó a Roma ya que la FAI (Federación Anarquista Ibérica) le puso en el punto de mira.
Mientras tanto, el periódico quedó en manos del Gobierno de izquierdas de la Generalitat. Nombraron directora a María Luz Morales, crítica de cine y teatro, y primera mujer en dirigir un periódico en España. La sustituyó Paulino Masip, guionista, escritor y militante del partido de Azaña. Entre 1937 y 1939 llegó Fernando Vázquez Ocaña, socialista de carnet y mano derecha de Negrín.
El 27 de enero de 1939, los nacionales entraron en Barcelona y La Vanguardia volvió a manos de la familia Godó, como si nada hubiera pasado. Aunque había pasado de todo. Para empezar, el periódico tenía que adaptarse, y rápido, al nuevo jefe supremo: Francisco Franco.
MANUEL AZNAR DIRECTOR GENERAL

Aquí entra en escena un personaje de esos que parecen salidos de una novela de Valle-Inclán: Manuel Aznar Zubigaray, periodista, diplomático, y sí, abuelo del futuro presidente Aznar. Don Manuel, nombrado director por Serrano Suñer, había pasado de nacionalista vasco a fervoroso franquista sin despeinarse.
Aznar asumió la dirección durante el año 1939 y desde 1956 a 1960. Tuvo una idea patriótica: añadirle al nombre del diario el apellido que haría sonreír al dictador. Así que desde el 26 de enero de 1939, el periódico pasó a llamarse, por imposición, La Vanguardia Española. Y como Franco no se fiaba ni de su sombra, decidió que el director debía ser de su cuerda.
LOS AÑOS DE GALINSOGA
Y de su cuerda venía Luis de Galinsoga (1939-1960), un señor que parecía sacado de una comedia de Berlanga, pero sin gracia. Dirigió el periódico durante más de 20 años como quien manda en un cuartel: gritos, desdén y censura a discreción.
Todo marchaba, dentro de lo normal para aquellos años, hasta que llegó el 21 de junio de 1959 y Galinsoga cometió el error de su vida: ¡se calentó en misa! Ese domingo acudió a la iglesia de San Ildefonso, y allí se encontró con que la misa se oficiaba en catalán.
A Galinsoga le faltó tiempo para levantarse indignado, marcharse a la sacristía y soltar, a voz en grito, la frase que lo condenaría para siempre: “¡Todos los catalanes son una mierda! ¡Ahora tendré que ir a otra iglesia, cabrones!”
El escándalo fue inmediato. La frase corrió de boca en boca, de sacristía en sacristía, y llegó hasta los oídos de un jovencísimo Jordi Pujol, que todavía no era “el molt honorable”, pero ya sabía cómo montar una buena campaña. En poco tiempo, Galinsoga se convirtió en el hombre más odiado de Cataluña.
Pero Galinsoga pensó que eso no afectaría a su carrera y se plantó en El Pardo convencido de que Franco iba a premiar su fervor patrio con un ministerio. El dictador lo miró con dureza y le dijo: “Haga el favor de no crearme problemas con los catalanes.”
A partir de ahí se agarró a la dirección del periódico como una garrapata a un perro. Hasta que el conde Godó, que tenía el poder pero también mucha elegancia, optó por una estrategia: la reforma infinita.
De pronto, el despacho de Galinsoga se llenó de albañiles, andamios, sacos de cemento y ruido constante. Le decían que estaban ampliando, mejorando, insonorizando la estancia… pero nunca acababan las obras. Allí no se podía trabajar ni pensar. Y así, a base de polvo, martillazos y paciencia, Galinsoga acabó destituido el 5 de febrero de 1960 y Franco lo sustituyó de nuevo por Manuel Aznar Zubigaray.
Los catalanes, de pronto, dejaron de ser “una mierda” y volvieron a ser lectores. Y un año después, el 11 de junio de 1961, La Vanguardia estrenaba, por primera vez, una portada a todo color, con una fotografía de Antoni Campanyà del recinto ferial de Montjuïc.
En 1965, Carlos Godó Valls instauró el Premio Godó de Periodismo. Tres años después el periódico estrenaba rotativas en Poblenou.
Entonces Carlos era procurador en Cortes, participó en la redacción de la famosa Ley de Prensa de Fraga y representó a la Organización Sindical en tres ocasiones.
1989 RENOVACIÓN
En 1989, el periódico renovó su redacción, la impresión en offset full color y contrató, para actualizar su logo, a nada menos que Milton Glaser, el diseñador gráfico más famoso de Estados Unidos, el que creó el logo de “I ♥ NY” y rediseñó el Washington Post tras el escándalo Watergate.
El heredero de Carlos Godó fue su hijo Javier Godó Muntañola, el tercer conde. Fue consejero del MoMA de Nueva York. En 1981 se convirtió en presidente de Antena 3 Radio y en 1988, primer presidente de la sociedad Antena 3 TV, a la que había llegado como accionista importante.
En 1992, tras la célebre “operación antenicidio”, cuando PRISA se quedó con la radio y la cerró sin despeinarse, Godó recogió velas, vendió lo que quedaba de sus acciones, cedió el trono al jefazo del Grupo Zeta, Antonio Asensio, y se volvió a su mundo de papel y moqueta.

Carlos Godó Valls, el hijo de Javier Godó, es el consejero delegado del Grupo Godó, holding creado en 1998. Controla La Vanguardia, El Mundo Deportivo, RAC1 y RAC105. Tiene participaciones en Prisa Radio y en la televisión 8TV (2022) y produce contenidos a través de Veranda TV.
Cuenta con empresas de publicidad como PubliPress Media y servicios de distribución y marketing como Svmma Servicios y Marina Press Distribuciones. Participa en negocios digitales como Wallapop, Glovo, Corner Job, etc. Mantiene liderazgo en Cataluña y opera en Europa y América. Al final, La Vanguardia no solo es un periódico. Es una dinastía.
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