Desde finales del siglo XVI hasta 1833, Barcelona tuvo un solo teatro autorizado por la Corona: el Teatre de la Santa Creu i Sant Pau. El fin de este monopolio teatral, junto con la desamortización de Mendizábal en 1835, abrió paso a una nueva era cultural.
La ciudad crecía al ritmo de la industria, la burguesía emergía como nueva clase dominante y el proletariado reclamaba también su espacio en la vida cultural. En ese contexto floreció una red de nuevos teatros: el Gran Teatre del Liceu, el Teatre Nou, el Teatre Odeón, el Poliorama y el más popular y duradero de todos ellos, el Teatre Romea.
EL ORIGEN EN EL TEATRE DEL HOSPITAL
El Teatre Romea abrió sus puertas el 18 de noviembre de 1863, en un edificio que había sido sede de la Sociedad Artesana Barcelonesa. Su fundador y primer director fue Miquel Gassett i Bosch, quien durante tres décadas lo condujo con rigor y ambición artística.
En sus primeros años fue conocido como el “Teatro del Hospital”, por su ubicación junto al antiguo Hospital de la Santa Creu. Era un espacio reducido, similar al vecino Teatro de Sant Agustí (1850), instalado en la vieja biblioteca del convento homónimo. Su público lo apodó “el matadero” por las obras de acción sangrienta y dramatismo exagerado —el célebre género de “sang i fetge”— que allí se representaban con éxito popular.
EL LEGADO DE PITARRA Y LA TRANSFORMACIÓN DEL TEATRO
El Teatro de Sant Agustí adoptó en 1859 el nombre de Teatro Odeón. Por su escenario desfilaron nombres clave como Frederic Soler —“Serafí Pitarra”— y su amigo el músico Josep Anselm Clavé, pionero en introducir coros obreros en los escenarios.
En 1866, Pitarra abandonó el Odeón y se trasladó al Teatro del Hospital, que un par de años más tarde adoptó el nombre de Teatro Romea en honor al actor Julián Romea Yanguas, fallecido ese mismo año (1813-1868). Bajo la dirección de Soler, el teatro floreció hasta convertirse en la cuna del Teatre Català.
El éxito fue inmediato: el Romea se transformó en el primer escenario estable en ofrecer repertorio íntegramente catalán, una novedad absoluta en aquella Barcelona castellanizada de mediados del XIX. Pitarra no solo fue empresario y dramaturgo, sino el auténtico fundador del teatro popular catalán.
ENTRE LA MODERNIDAD Y LA CURIOSIDAD CIENTÍFICA
Además de funciones teatrales, el Teatro Romea acogió curiosas exhibiciones públicas. En 1876 presentó artefactos de tortura, dioramas bíblicos y figuras anatómicas de cera, muy populares en su tiempo. Incluso llegó a proyectar películas en tres ocasiones: 1887, 1927 y 1941, adaptándose con astucia a las nuevas formas de entretenimiento.
A partir de 1913, el edificio se reformó para mejorar su acústica y visibilidad. En esas décadas, el Romea se consolidó como bastión del teatro catalán contemporáneo, con obras de Pitarra, Àngel Guimerà y Josep Maria de Sagarra, entre otros.
DEL FRANQUISMO A LA RECUPERACIÓN CULTURAL
En los años 30 y 40, la posguerra y la censura condicionaron la actividad teatral. El Romea reabrió sus puertas el 15 de diciembre de 1943, tras ser comprado por el empresario madrileño José Cadenas. En 1949 pasó a manos de los hermanos Fernández Castanyer, que reintrodujeron tímidamente las representaciones en catalán.
Durante los años 60, un nuevo consorcio, Romea S.A., formado por Julián Reyzábal Delgado y Joan Serrat Huguet, intentó transformar el teatro en un complejo mixto de cine y mini sala escénica. Pero una operación de rescate encabezada por empresarios como Domènec Valls Taberner y Francesc Recasens Mercadé evitó que el Romea desapareciera del mapa teatral.
El renombrado arquitecto Nicolau Maria Rubió i Tudurí dirigió su reforma integral en 1964, conservando la fachada original y modernizando el vestíbulo.
DEL CENTRE DRAMÀTIC A FOCUS
En 1981, el Teatre Romea fue designado sede del Centre Dramàtic de la Generalitat de Catalunya, convirtiéndose de facto en teatro nacional hasta la creación del Teatre Nacional de Catalunya en 1996.
La reforma de 1992, liderada por el arquitecto Joan Rodon junto al consultor escénico Dino Ibáñez, actualizó sus instalaciones para los grandes estrenos de la renovación teatral catalana.
Desde 1998, el grupo Focus gestiona el teatro y, desde 2019, la dirección artística está a cargo del actor y director Josep Maria Pou. Bajo su liderazgo, el Romea ha combinado la tradición catalana con propuestas contemporáneas de alto nivel, manteniendo vivo el espíritu crítico y popular que lo vio nacer hace más de siglo y medio.