LA CASA FUSTER, LA MÁS CARA DE BARCELONA
Fue la última residencia privada del célebre Lluís Domènech i Montaner. La casa más cara y ostentosa de su tiempo. Escenario de cenas burguesas, conspiraciones políticas, revoluciones, consulados extranjeros. Esta es su historia.
LOS INICIOS: UNA FÁBRICA DE CHOCOLATE
El 21 de febrero de 1881 aparece en el Registro de la Propiedad de Gracia una finca con casa, terreno anexo y una fábrica. No era cualquier fábrica: pertenecía al chocolatero Olegario Juncosa y Arús, vecino de la villa. Su familia ya tenía otra factoría en la calle Fernando VII.

La factoría tenía músculo industrial: una máquina de vapor de 25 caballos de fuerza, un ejército de 500 trabajadores y un aroma dulce que, seguramente, impregnaba toda la calle. Producían cinco millones de tabletas al año bajo la marca La Chocolatera.

Tras la muerte de Olegario Juncosa en 1881, la finca pasó a siete herederos. Diez años más tarde, Pedro Juncosa Font, uno de sus hijos, decidió simplificar el lío familiar y compró las participaciones del resto, convirtiéndose en único propietario. La fábrica de chocolate siguió activa hasta 1907.
EL PASEO DE GRACIA COMO ESCAPARATE BURGUÉS
En 1897 la antigua villa de Gràcia, hasta entonces independiente, fue absorbida por Barcelona. El Paseo de Gracia se transformó en escaparate de la burguesía. Allí, familias adineradas exhibían su fortuna a través de fachadas suntuosas, revestidas de piedra y mosaicos.
En ese contexto apareció Mariano Fuster i Fuster, abogado mallorquín con aspiraciones políticas. Su padre había sido un empresario influyente en la isla y en la península. Mariano ocupó cargos relevantes en la ciudad, entre ellos el de teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona entre 1882 y 1887.

EL MATRIMONIO FUSTER-FABRA
Aficionado a la pintura y a los ambientes culturales, Mariano Fuster se movía también en los salones de la alta sociedad.
Mariano Fuster Fuster
Allí conoció a Consuelo Fabra i Puig, hija del primer marqués de Alella y heredera de la familia Fabra i Coats.
La joven, de gran belleza, conquistó a Mariano. Se casaron y en 1905 decidieron levantar su residencia en un solar privilegiado: la esquina del Paseo de Gracia 132 con la calle Salmerón (hoy Gran de Gràcia). El terreno tenía fachada a tres calles, un emplazamiento idóneo como cierre del Paseo en su transición hacia Gràcia. Con el solar comprado, pidieron permiso para derribar la vieja fábrica de chocolates. Querían lujo, no olor a cacao.
Allí conoció a Consuelo Fabra i Puig, hija del primer marqués de Alella y heredera de la familia Fabra i Coats. La joven, de gran belleza, conquistó a Mariano. Se casaron y en 1905 decidieron levantar su residencia en un solar privilegiado: la esquina del Paseo de Gracia 132 con la calle Salmerón (hoy Gran de Gràcia).
El terreno tenía fachada a tres calles, un emplazamiento idóneo como cierre del Paseo en su transición hacia Gràcia. Con el solar comprado, pidieron permiso para derribar la vieja fábrica de chocolates. Querían lujo, no olor a cacao.
DOMÈNECH I MONTANER, EL ENCARGO FINAL
El proyecto se confió a Lluís Domènech i Montaner, uno de los grandes maestros del modernismo catalán.

Era ya una etapa avanzada de su carrera, pero contó con la colaboración de su hijo Pere Domènech i Roura. Las obras comenzaron en 1908. Durante tres años, obreros y artesanos trabajaron en la última residencia privada que proyectaría Domènech. El estilo se inspiraba en los palazzos venecianos, con elementos florales y neogóticos.
El gran icono previsto era una torre cilíndrica rematada con pináculo, que nunca llegó a construirse.

La fachada se realizó en mármol blanco y piedra de Montjuïc, con vidrieras y forja artística.
En 1911, al inaugurarse, la Casa Fuster fue la primera en Barcelona con fachada de mármol blanco. Tenía sótanos, planta baja, cuatro pisos y un teatro-salón, sumando 1.697 metros cuadrados. Era la casa más cara de la ciudad.
OCUPANTES Y NEGOCIOS
La familia Fuster-Fabra ocupó la planta noble. En la planta baja se instalaron comercios exclusivos, como el Salón de la Moda de Anita Monrós. También hubo subastas y oficinas, alquiladas a familias acomodadas.

La alegría duró poco: Consuelo Fabra murió en 1913. El usufructo pasó a Mariano Fuster y la nuda propiedad a sus hijos. El mantenimiento era insostenible y en 1922 vendieron el inmueble a Jaime Imbert i Fort, que añadió un jardín de 223 metros cuadrados.

Con los nuevos propietarios llegaron negocios variados: la Casa de Remates, el Salón de la Moda, Dalmau Oliveres, e incluso la Cámara Oficial de la Propiedad.

También hubo una Horchatería Valenciana en los bajos, y en 1933 abrió el Café Vienés con la sala de baile El Danubio Azul.

CONSULADOS, GUERRA Y REVOLUCIÓN
La década de los treinta trajo presencia extranjera: el consulado de la Alemania nazi y el Instituto Italiano de Mussolini.

La Guerra Civil lo transformó todo. En 1936, el POUM incautó la Casa Fuster y la convirtió en sede revolucionaria. En mayo de 1937 se celebraron allí reuniones del comité de defensa de la revolución, con la participación de CNT, FAI, JJLL y JCI. Entre los asistentes estuvo un joven Willy Brandt.

Tras la guerra, en 1939, la Falange y el Auxilio Social ocuparon el edificio.
OFICINAS Y TERTULIAS DE POSGUERRA
Durante los años cuarenta, la Casa Fuster se llenó de oficinas: Ymbern (textil de Mataró), la Inspección Regional de Aduanas, entre otras. En los cincuenta se diversificó con peluquerías, colmados y una peletería.
El Café Vienés se convirtió en centro de tertulias literarias. Allí se reunían Salvador Espriu y Manuel de Pedrolo. El propio Espriu vivió en la Casa entre 1942 y 1972.
AMENAZA DE DEMOLICIÓN
En 1962 la eléctrica ENHER compró la finca por 11 millones de pesetas para derribarla y construir la Torre Barcelona. Los vecinos de Gràcia se rebelaron, apoyados por arquitectos como Oriol Bohigas y medios como Destino y el Diario de Barcelona. Finalmente, la presión ciudadana evitó el derribo.

Entre 1962 y 1974 se realizaron obras de mantenimiento. El Café Vienés se transformó en sala de exposiciones. En 1995 se emprendió una restauración más profunda y se organizó una exposición de marionetas de Herta Frankel.
DE LA SALA DE EXPOSICIONES AL HOTEL DE LUJO
En 1999 la finca salió a la venta. En 2000 la adquirió la cadena Hoteles Center, que la rehabilitó durante cuatro años. En 2004 abrió el Hotel Casa Fuster, cinco estrellas. Woody Allen rodó allí escenas de Vicky Cristina Barcelona y en 2007 tocó jazz en el Café Vienés.

El hotel albergó hasta hace poco tiempo el restaurante Galaxó. Desde su terraza-mirador se contempla toda la ciudad. Con su categoría “GL Monumental”, es el primer cinco estrellas con esa distinción en Barcelona: un título que mezcla lujo y memoria.

FUENTES CONSULTADAS
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Arxiu Bombers de Barcelona
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Arxiu Más
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Ballell Maymí, Frederic
-
barcelofilia.blogspot.com
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Corcoll, Anna
-
Esteves, Albert
-
Fráiz, Jesús
-
Fundació Institut Amatller d’Art Hispànic
-
La Barcelona de antes
-
Locien Roisin
-
Mutari
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