UN BOSQUE DE BREA

  1. Si uno mira hoy el barrio de Can Peguera, le cuesta imaginar que, antes de las casitas bajas y las plazoletas polvorientas, aquello era una enorme finca rústica, propiedad de la marquesa de Castellbell.

  2. La finca ocupaba buena parte de la colina del Turó de Montarell —nombre que acabó transformándose en Turó de la Peira, más castizo y más manejable para la lengua popular.

  3. El nombre de Can Peguera venía de su utilidad práctica: se extraía brea (en catalán, «pega») de los pinos, con la que se impermeabilizaban los cascos de los barcos. No solo había pinos: huertos que perfumaban el aire, pastos, jardines para presumir ante las visitas y viñedos que daban alegría a la vida… hasta que la filoxera llegó a finales del XIX y arrasó con la uva, el vino y buena parte del optimismo.

  4. Como si le faltara algo al decorado, frente a Can Peguera se alzó un edificio digno de novela gótica: el Manicomio de la Santa Cruz. Construido entre 1889 y 1915, era un inmenso complejo psiquiátrico de proporciones más cercanas a Versalles que a una casa de reposo.

UN BARRIO PARA LOS CHABOLISTAS DE MONTJUÏC

 

  1. Y llegó 1928. Barcelona tenía que ponerse guapa para la Exposición Internacional de 1929. Y ya se sabe: para estar guapos rápido, primero hay que barrer la miseria bajo la alfombra.

  2. Las chabolas de Montjuïc afearían el gran escaparate modernista, así que había que desalojarlas de manera más o menos elegante. Aquí entró Can Peguera en escena: la marquesa vendió 10,47 hectáreas de su finca por 1,5 millones de pesetas. Una ganga con pedigree.

  3. La operación contentaba a todos: la marquesa se deshacía de un terreno que no le daba más que quebraderos de cabeza, el Ayuntamiento podía presumir de construir casas baratas (foto oficial incluida), y los desalojados tendrían, por fin, algo parecido a un hogar.

  4. La vieja finca resinera se convirtió así en promesa de barrio obrero. Eso sí: en letra pequeña nadie avisó de que lo de «barato» no siempre iba acompañado de «digno», ni de que la historia de Can Peguera sería todo menos un camino de rosas.

CAN PEGUERA, UN BARRIO CONSTRUIDO POR EL PATRONATO MUNICIPAL DE LA VIVIENDA

  1. Tras la compra de los terrenos, Barcelona se puso el casco de obra. El Patronato Municipal de la Vivienda se lanzó a levantar un barrio para los exiliados urbanos.

  2. El arquitecto Xavier Turull, lejos de inspirarse en los palacetes modernistas, miró hacia las barriadas obreras inglesas: casas de una sola planta, tejaditos humildes, un jardincito delante y un mundo de esperanzas detrás.

  3. Entre 40 y 60 metros cuadrados de hogar, que para quienes venían de barracas era, literalmente, un pequeño palacio.

  4. Se diseñaron islas de viviendas con plazoletas, lavaderos y fuentes. Era el siglo XX, pero con aires de aldea: dignidad rural embotellada en la gran ciudad.

  5. La construcción fue a contrarreloj. Entre 1929 y 1931, las casas se entregaban casi de estrangis, para que nadie pudiera decir que Barcelona maltrataba a sus pobres justo cuando más turistas llegaban.

  6. Inauguradas en 1931, las Casas Baratas de Horta empezaron con nombres de comarcas gerundenses, pero con la República cambiaron a Giner de los Ríos, en homenaje al pedagogo krausista. Muy ilustrado todo, aunque los vecinos tenían preocupaciones más pedestres: agua corriente, luz, calles sin barro… y alquileres que no asustaran.

  7. Porque sí: «barato» era relativo. La vida era asequible mientras no quisieras lujos tan exóticos como electricidad estable, agua potable o una escuela de verdad.

  8. A pesar de todo, Can Peguera era un barrio nuevo, lleno de futuro, y sus vecinos, curtidos en la necesidad, estaban más que dispuestos a luchar por ese futuro.

LA MECHA ANARQUISTA

 

  1. Quien pensara que Can Peguera sería un barrio tranquilo, se equivocaba de barrio y de siglo.

  2. En los años 30, Can Peguera fue un hervidero anarquista, sindicalista y revolucionario. Muchos vecinos se afiliaron a la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias.

  3. La insurrección anarquista de enero de 1933 encontró aquí entusiastas expertos en sabotajes de tranvías y manifestaciones espontáneas.

  4. La policía no tardó en tomar nota: registros, detenciones, decomisos de armas y una sospecha constante sobre todo el barrio.

  5. La iglesia de Sant Francesc Xavier fue socializada y convertida en Casa del Pueblo de la CNT-FAI. El bar Munich, en vez de cervezas, despachaba ejemplares de Solidaridad Obrera. Y a dos calles, se editaba Tierra y Libertad.

  6. Además de imprimir panfletos, los vecinos lograron victorias concretas: escuela nueva, alumbrado público, alquileres rebajados un 40%, y reconexiones de agua y luz, cortadas como castigo por su rebeldía.

  7. Las mujeres, organizadas y decididas, formaron piquetes para frenar desahucios, con más éxito que muchos abogados de despacho.

GUERRA EXILIO Y CLANDESTINIDAD

 

  1. Cuando en 1936 estalló la Guerra Civil, Can Peguera ya estaba curtido en batallas cotidianas.

  2. Muchos vecinos se sumaron a las columnas milicianas, como Lola Iturbe Arizcuren o Manuel Molina «Juanele», que después de defender la revolución acabarían combatiendo a los nazis en París.

  3. La revolución cambió el barrio: la iglesia fue sede de la CNT, el cuartel de la Guardia Civil quedó en manos de las Juventudes Libertarias, y la bodega Munich pasó a ser el comité de milicias.

  4. Se excavó un refugio antiaéreo en la calle Cornudella, se organizaron comités de abastecimiento y se siguió imprimiendo prensa anarquista.

  5. Pero la guerra se perdió. En 1939, los milicianos supervivientes tomaron el camino del exilio, dejando atrás no solo sus casas, sino toda una vida.

6. Bajo la lupa franquista

  1. Tras la guerra, Can Peguera se convirtió en un barrio bajo sospecha.

  2. Desde el nuevo cuartel de la Guardia Civil, se vigilaba a los vecinos con la minuciosidad de quien busca pólvora bajo los felpudos.

  3. Con razón: aunque derrotados, muchos habitantes no se resignaron. El barrio sirvió de refugio para resistentes como Juan Brell Piñol, Quico Sabaté Llopart, Amadeo Ramón Valledor y Josep Lluís Facerías.

  4. Mientras tanto, en 1941, el Patronato Municipal añadió 116 nuevas viviendas para familias desalojadas de Can Baró y las drassanes.

LA GUERRA DE LA SUPERVIVENCIA

 

  1. En 1976, el Plan General Metropolitano decidió que Can Peguera debía desaparecer. Era una molestia, un anacronismo.

  2. Pero los vecinos, curtidos en dictaduras y crisis, no pensaban regalar su barrio a cuatro burócratas.

  3. Liderados por Bernarda Freijo, Eugenio Martínez, Pep Ortiz Sacristán y Bernabé Simón, organizaron asambleas, recogieron firmas, presentaron alegaciones y protagonizaron manifestaciones no autorizadas.

  4. El Centro Social Ramón Albó, creado en 1977, fue su cuartel de resistencia civil.

  5. Finalmente, en 1983 comenzaron las obras de rehabilitación, que lograron salvar el 83% de las viviendas. El viejo cuartel de la Guardia Civil se convirtió en Casal de la Gente Mayor (dulce ironía), y la escuela Giner de los Ríos volvió a abrir sus puertas.

LA DIGNIDAD RESISTENTE

 

  1. En 2016, Can Peguera recibió protección patrimonial. Con apenas 2.000 habitantes censados y un índice de pobreza que no se disimula, el barrio demostró que la dignidad, la memoria y la resistencia también merecen ser protegidas.

  2. Y aunque las prometidas obras de rehabilitación de 2024 siguen retrasándose «por cuestiones presupuestarias» (ejem), Can Peguera sigue en pie.

  3. Contra todos los pronósticos, contra todos los olvidos.

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